En un país donde las noticias de violencia a menudo dominan los titulares, Yucatán emerge como un faro de paz y seguridad. La visita del presidente durante el primer trimestre del año a Yucatán y su posterior elogio hacia el estado por sus logros en materia de seguridad no solo resaltan la excepcionalidad de Yucatán en el contexto mexicano, sino que también plantean interrogantes críticos sobre la replicabilidad de su modelo y las políticas de seguridad en el país.
La declaración del presidente, alabando a Yucatán como el “estado más seguro” de México debido a sus bajos índices delictivos, no es un logro menor. En un país azotado por la violencia relacionada con el narcotráfico, el secuestro y la extorsión, los datos presentados por el Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, pintan un cuadro de tranquilidad relativa en Yucatán: una reducción en los delitos de alto impacto y la ausencia de secuestros durante dos años consecutivos.
Sin embargo, detrás de esta imagen idílica se esconden preguntas fundamentales sobre las estrategias de seguridad pública y su sostenibilidad. La presencia de un número significativamente alto de elementos operativos de la policía estatal, municipal y fuerzas federales sugiere una inversión considerable en seguridad. Aunque efectiva, esta estrategia indica una presencia policial elevada y muestra un modelo financieramente y socialmente sostenible a largo plazo.
El caso de Yucatán también abre un debate sobre la calidad versus la cantidad en la seguridad pública. Con 8,841 elementos operativos para una población de 2.3 millones, el estado goza de un entorno seguro.
Además, los aseguramientos de drogas, armas, y la detención de generadores de violencia reflejan una lucha continua contra el crimen organizado. Aunque Yucatán muestra progresos significativos, estos logros subrayan la permanente capacitación para luchar contra los delitos y la violencia que aún acecha.
La estrategia de Yucatán, centrada en el despliegue de fuerzas de seguridad y la cooperación entre los niveles de gobierno, ofrece lecciones valiosas en regiones donde el tejido social y la confianza en las autoridades están profundamente erosionados. La seguridad en Yucatán no es simplemente un producto de la fuerza, sino también del enfoque en la prevención del delito y la inclusión social, aspectos que deben ser replicados y adaptados según las necesidades específicas de cada estado.
Mientras Yucatán se destaca como un modelo de paz y seguridad en México, su caso también invita a una reflexión crítica sobre las políticas de seguridad en el país. La verdadera medida del éxito no se encuentra solo en la reducción de las cifras delictivas, sino en la creación de comunidades seguras, inclusivas y resilientes. La experiencia de Yucatán ofrece esperanza, pero también recalca la necesidad de un enfoque más amplio y sostenible hacia la seguridad que trascienda la mera presencia policial.